• ¿Lo conoces?
  • ¿Al camarero? – Asiente – No, no lo conozco. ¿Tú sí? – Niega con la cabeza – Es muy simpático.

Le acerco su café.

  • ¿Qué me estabas contando sobre tu trabajo? – Le pregunto mientras le acaricio la mano.

Retira levemente su mano para recolocar su café. No le doy importancia.

  • Nada, no quiero aburrirte con mi trabajo. – Echa una mirada rápida al camarero y se gira de nuevo con una sonrisa.
  • ¿Cómo me vas a aburrir? SI sabes que me encantan tus anécdotas. Decías que Mario la ha liado otra vez.
  • Nah, da igual. ¿Qué tal tu día?

Echa otra mirada fugaz al camarero.

  • ¿Estás seguro de que no conoces al camarero? ¿Te suena de alguna cosa que no consigues recordar y te da vergüenza? – Le pregunto con una traviesa sonrisa.
  • ¿Qué dices del camarero?
  • No sé, cómo no dejas de mirarlo disimuladamente – Pongo cara de pícara – Ah, ya se qué te pasa. – Me mira con cara de no entender – Es que te hace tilín el camarero. ¿Quieres que le pida el teléfono de tu parte?
  • ¿Es o es lo que querrías, no?

¿Qué me he perdido?

  • Cariño, ¿estás bien? ¿Ha pasado algo? No estoy entendiendo nada.
  • QUe no me pasa nada – suelta a la defensiva.

¿Será…? No, no es posible. Nunca ha hecho nada así. Llevamos ya un tiempo, me hubiese dado cuenta antes.

Aún así, pregunto por si acaso.

  • ¿Estás celoso del camarero? – pregunto con cautela.
  • Celoso dice – Definitivamente está a la defensiva – ¿por qué iba a estar yo celoso? Mucho estás centrándote tú en el camarero. ¿Qué pasa? ¿Quieres algo con él?

No me puedo cree que esto esté ocurriendo. Mi cerebro está frito. Me he quedado en blanco.

Bajo mi tono, le miro con incredulidad y pena.

  • ¿Por qué crees que me interesa el camarero? Estoy aquí contigo – Le agarro la mano y me la retira agresivamente.

No entiendo qué ha pasado. Analizo todos mis movimientos, desde que hemos entrado hasta este momento. Qué he hecho, con quién he hablado, cada gesto pidiendo al camarero, mi tono de voz.

Oigo una voz distante. Es él hablando, lleva un rato y no he escuchado ni una palabra.

  • … con tu sonrisita, ¿vas así sonriéndole a todo el mundo?

Lo paro en seco.

  • Manu, para por favor. No sé qué has podido ver pero a mí no me interesa para nada el camarero. Estoy aquí contigo. Quiero estar contigo, ¿no lo ves?

Su rostro se relaja ligeramente.

  • Perdona, es que no he tenido hoy un buen día y pensar en perderte cuando te he visto tan a gusto con el camarero me ha dado miedo.

Claro, pobrecillo.

Espera un momento. ¿No ha dicho hace un momento que no había pasado nada en su día? ¿No ha dicho que estaba bien? ¿No me estaba h ablando tranquilamente?

  • ¿Qué te ha pasado para tener un mal día?

Mis neuronas empiezan a despertar. Ya he vivido esto antes.

  • Nada, no tiene importancia.
  • Hombre, algo de importancia sí tendrá para ponerte como te has puesto.
  • Yo no me he puesto de ninguna… – Le interrumpo.
  • Manu, te voy a ser muy clara – Todas las disculpas que tenía en mi cabeza han desaparecido. Todos los caminos para recuperar esa sensación de cariño y seguridad se han esfumado – No soporto los celos.
  • Yo no soy celoso. Pero si vas por ahí flirteando con la gente.

Alucino colorines

  • Si tú crees que ser simpática y sociable es flirtear, tienes un gran problema. Y déjame decirte que el problema es exclusivamente tuyo, no mío. Y tuyo se va a quedar.

Llevamos dos meses saliendo. Perderé 60 días, pero no más. Sé qué es esto. Discusiones absurdas por celos, yo culpándome y disculpándome.

No señora.

Después de encontrar mi autoestima y regarla con cariño no va venir nadie a podarla a su gusto.

  • Manu, aquí es cuando me voy. No me interesas Yo no estoy con celosos. Me quedo con lo bonito hasta ahora.
  • No, pero…
  • No voy a escuchar nada más. Chao.

Que le pague él el café al camarero.

Acción Inspira