Están siendo unos días algo complicados en el trabajo.

Intento que no me afecte y no llevarme las sensaciones y pensamientos conmigo a casa. Pero, ¿adivina qué? Soy humana. Y sí, hay cosas que me afectan aunque me encantaría que no fuera así.

Trabajo en Recursos Humanos y hemos tenido un caso de una persona a la que, después de estar meses de baja médica, le dieron el alta por inspección médica.

Voy a aclarar algunas cosas, para que se entienda bien el contexto. Cuando una persona está de baja, la Mutua tiene que hacer seguimiento. Normalmente es a la semana, pero puede variar según la Mutua. Así que la Mutua llama a la persona para hacer seguimiento. Si el médico de la Mutua considera que la persona debería estar de alta, entonces envían dicha información a inspección médica. E inspección médica puede decidir si dar el alta o no. Lo acabo de simplificar muchísimo, pero más o menos…

Otra persona que puede enviar a la persona a inspección médica es el mismo médico de cabecera. Pero, ¿para qué enviaría el médico de cabecera a la persona a inspección? Pues en realidad, por lo que pude entender, no tendría por qué. Pero hay ciertas personas que pueden llegar a ser muy incómodas y difíciles de lidiar, así que una salida que puede tener el médico es enviar a esa persona a inspección médica y quitarse el marrón de darla de alta y que le monte una escena en su consulta. Porque nos guste o no, sí, los médicos también son humanos y a veces también les cuesta lidiar con ciertas situaciones.

Una vez explicado esto, continúo con mis súper días.

Tuvimos una persona a la que, después de estar meses de baja, le dieron el alta por inspección médica. La persona en cuestión consideraba que no estaba para trabajar y así nos lo hizo saber montando una tremenda escena en la oficina el mismo día que le habían dado el alta. Es decir, se tenía que reincorporar a trabajar al día siguiente.

Lo único que podíamos hacer por nuestra parte era enviarla al servicio de prevención para que le hicieran un reconocimiento médico. Si el médico del servicio de prevención consideraba que no estaba para trabajar, entonces nos llegaría un «No apto» o un «Apto con restricciones». Si os llegaba un «No Apto» entonces teníamos que finalizar a la persona, porque está de alta pero no puede ejercer el trabajo. Si era con restricciones, entonces el servicio de prevención nos da unas pautas para adaptar el puesto.

¿Resultado? «Apto». Vamos, que ya había al menos 3 médicos que consideraban que tenía que tener el alta: el médico de la Mutua o su médico de cabecera (el que le enviara a inspección médica), inspección médica y ahora el médico del servicio de prevención.

El día que fue al servicio de prevención fueron horas de tensión. La persona alterada, elevando la voz, responsabilizándonos a la compañía… ¿Soy yo acaso médico?

Al día siguiente, en una llamada telefónica incluso gritándome «¿Me estás agobiando? ¿Es eso lo que estás haciendo?». Simplemente por pedirle que viniera a la oficina a poder hablar para encontrar una solución.

Al cabo de unas horas llegó el «Apto». Y, ¡oh sorpresa! de pronto empezó a llamar la persona muy tranquila. Claro, porque era una prueba más de que no, no puede seguir estando de baja.

Es fácil pensar «bueno, no te lo tomes tan a pecho, olvídate» y similares. Pero la realidad es que resulta que soy una persona y que me afectan las cosas. Y reconozco que me afectan mucho más cuando lo siento como injusticias.

Estoy orgullosa de mí porque lo he gestionado muchísimo mejor de lo que lo hubiese hecho hace años. Y aún así, me encantaría gestionarlo mejor. Y supongo que llegará. ¿Quién sabe?

Está muy bien que no queramos que nos afecten ciertas cosas, pero ¿es realista? ¿realmente quiero que no me afecte? La verdad es que, aunque sería más cómodo que no me afectara, entonces también creo que estaría eliminando una parte de mi persona que no quiero eliminar.