¿Qué haces a las 4 de la mañana cuando no puedes dormir por mal de amores?
Pues no sé en vuestro caso, pero en el mío he hecho de todo. He estado viendo una serie para ver si me caía de sueño, he mirado redes sociales, me he puesto a escribir y reescribir lo que pensaba y lo que había ocurrido infinidad de veces. Incluso me he puesto a limpiar y recoger una parte de la casa que tendría que haber hecho hace mucho tiempo para cerrar una etapa.
No ha funcionado nada.
¿Cómo me siento? Me pican los ojos porque debería estar dormida pero no lo consigo. Cansada emocionalmente. Dolida hasta el infinito. Con más ganas de llorar y ya no sé si me quedan lágrimas o las he agotado todas. Y con la esperanza de despertarme y que en realidad todo haya sido una pesadilla.
Pero no. Resulta que no es una pesadilla. Es una realidad que temía y que al final ha llegado. Y por más que busco y busco para encontrar un resquicio de solución, todo me lleva a una mezcla que todavía no sé si definir como rendirme o como valorarme.
En realidad sí lo sé. La respuesta es valorarme. Si me hubiese rendido simplemente no estaría pensando en soluciones ni en buscar lo mínimo a lo que poder aferrarme. Pero es que no lo encuentro ni creo que exista. Y eso eso doloroso.
Y voy más allá. Es valorarme porque al final la línea de pensamientos me ha llevado a que da igual lo que yo quiera o desee. Hay otra persona implícita que ha demostrado no querer estar ahí. Y ahí es donde entra el valorarme. ¿Qué tengo que hacer? ¿Dejarme llevar por las ganas de que esto no sea real mientras hay alguien que no me está valorando? Qué triste…
Así que aquí estoy. A las 4 de la mañana escribiendo en otro formato más. Rogando por desmayarme y poder desconectar unas horas de este mundo. Poder desconectar unas horas del sufrimiento. Pero la vida al parecer no está todavía preparada para dejarme descansar un rato.
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